El espejo de Elcha

El puente del inca


El espejo de Elcha

Cuando nació Elcha toda la tribu estuvo de fiesta. Y no sólo latribu: también las plantas y las flores y todos los animales que andaban por la tierra, el aire y el agua.

Porque era Elcha una niña preciosa y, además la hija del poderoso cacique Naucapanqui.

La princesita india creció feliz entre su gente y el cacique estaba muy orgulloso de ella.-

En realidad, todos estaban orgullosos de su princesa, que era alegre y buena. Tan buena y tan dulce como la algarroba.

Por eso Elcha era el tesoro más valioso de Naucapanqui. Pero también era un poquito traviesa, y muy juguetona.

Le gustaba salir y recorrer todo ese amplio mundo que la rodeaba. Corretear por sus cerros, bañarse en el río, descubrir flores raras, jugar con las liebres, con las lechuzas, con las garzas...conversar con los loros...

Pero lo que más, más le gustaba a Elcha, eran las flores. A veces trepaba los cerros tan sólo para ver abrirse las flores de los cactus. ¡Qué maravilla! A veces era una flor roja como el atardecer, otras, blanca como la nieve, otras una flor amarilla como el Padre Sol.-

Ella las cortaba con mucho cuidado y corría a un lugar secreto: una laguna transparente de aguas quietas como un espejo. Una laguna escondida entre los cerros que solamente Elcha conocía.-

-Ven Elcha querida,¡ven a ver qué linda eres! Le decía la laguna, ven a mirarte en mí.-

Entonces Elcha se arrodillaba a la orilla, adornaba sus cabellos con flores y se contemplaba.

-¿Esta soy yo?, preguntaba.

Sí eres tú, la más bella princesa de estos valle- contestaba la laguna

Y en las aguas cristalinas, Elcha veía su rostro sonriente y el cielo

las nubes y las plantas y las flores...

Porque en aquella época los indios no conocían los espejos.

Así fue pasando el tiempo, feliz, muy feliz, hasta que Elcha se convirtió en una jovencita.

Un día estaba arreglándose el cabello junto a la laguna y recordó lo que jugando le preguntaba a la laguna cuando era niña.

        -Lagunita, ¿Esta soy yo?

        -Sí, eres tú: ¡La más bella de las princesas!

    Pero quien le contestaba no era la laguna, sino un joven alto y apuesto que se reflejaba en las aguas junto a ella.

        -Quien eres?, ¿Cómo tellamas_? preguntó Elcha.

        -Soy el ahijado del cacique Calihué. Vivo con él desde pequeño, no tengo padres. Me llamo Cantipán.

        - Y cómo estás aquí, tan lejos de tu tribu? Nacie conoce mi laguna...

        - Salí a cazar aguanacos y tanto andar y andar me dio sed. Y ya ves, ¡encontré tu laguna!

    Conversaron mucho, muchísimo... Y aunque  sabían que los caciques Calihué y Naucapanqui eran enemigos, ellos prometieron ser amigos y volver a verse.

        - ¡Vuelve pronto, Cantipán!

        - Así lo haré, Elcha, ¡hasta pronto!

        Muchas veces se encontraron Elcha y Cantipán junto a la cristalina laguna. Y se hicieron muy, pero muy amigos.-

        Pero un día ocurrió lo que siempre se temía: empezó la guerra entre las dos tribus .

        Las dos eran fuertes y valerosas. Pelearon y pelearon sin parar. Elcha se cansó de contar cuántas veces salió el sol y cuántas veces se encondió tras la cordillera. Seguían peleando, seguían peleando. Hasta que un día, por fin terminó todo. Naucapanqui, el padre de Elcha, fue derrotado por Calihué. Naucapanqui estaba triste, muy triste. Pero no porque había perdido la guerra, pues era valiente y sabía perder. No porque su tribu hubiese quedado desvastada, pues ello eran fuerte y volverían a trabajar. No, no era por eso. Pero su corazón estaba helado de pena. El cacique estaba afligido porque Calihué había dicho:

        -¡Quiero casarme con Elcha! ¡Debes darme a tu hija por esposa o de lo contrario todo tu pueblo será mi esclavo!

        -¡Llevate todas mis riquezas, mis tierras, todo lo que quieras, pero déjame a mi hija!

        --No quiero nada-repitió el cacique-¡Tan sólo quiero casarme con Elcha! Entonces Elcha habló:

        -Déjame ir, padre querido. no puedo permitir que sacrifiquen a mi pueblo. Y se fue con los vencedores.-

        Dicen que lloraron los indios que nunca lloran. Que lloraron los cactus, las flores, los algarrobos y el piquillín.

        Que lloraron los peces, las garzas y el agua. Que lloraron las piedras, los zorros y los pumas. Que lloró la luna. Y el sol estuvo siete días enojado, sin salir, escondido detrás de las nubes, que también lloraron.

        Mientras tanto, en la tribu de Calihué, se hacían grandes preparativos para celebrar el casamientodel cacique con la hermosa Elcha. Las indias mayores molían el maíz para hacer ricos manjares. Preparaban chicha y aloja para beber. Las jóvenes ensayaban danzas y cantos para festejar. tres indias trabajaban día y noche haciendo la más precioso vestido de novia que en quellos tiempos se conocía. Y buscaban las más lindas flores, porque sabían que Elcha se enloquecía por ellas. todos estaban contentos porque habían vencido y porque iban a tener la màs bella de las reinas. Todos estaban contentos menos Elcha. Pero no lloraba. Una princesa no debe llorar. Menos aún cuando está salvando a su pueblo. Por eso se fue a dormir.

        Entre sueños escuchó una voz que decía:

        - ¡Elcha! ¡Elcha! Despiértate. Tenemos que salir de aquí antes que la luna ilumine el camino. Sí, era Cantipán!

        Elcha no sabía si debía irse o no, pero Cantipán volvió a decir:

        -¡Apuráte!¡Debemos huir! Y ella no lo pensó más. Corrieron, corrieron por los caminos. ¿A dónde ir? ¿Adónde que Calihué no los encontrara?

        -¡A mi laguna!-dijo Elcha. Nadie la conoce. Nadie nos verá. Y allí se escondieron, en una cueva que estaba muy cerca.

        Cuando Calihué se dio cuenta que Elcha y Cantipán habían desaparecido, gritó enojado.

        -¡Hay que buscarlos!¡hay que encontrarlos!

        Recorrieron uno a uno todos los lugares conocidos. Y también los no conocidos. Los lugares cercanos y los lejanos. Pero no los puedieron encontrar.

        Entonces fueron a la tribu de Naucapanqui.

        -¿Dónde estña Elcha? -preguntaron,¿Dónde está? ¿Dónde está?

        -No lo sé.No lo sé-repondían los indios

        -No lo sé, no lo sé-respondían las indias que todavía estaban llorando.

        -¿Dónde está Elcha? ¿Dónde está Cantipán? ¡Elcha! ¡Cantipán!

        Pero nadie, absolutamente nadie los había visto.-

        Entonces fueron a vel a Chulacán, una hermana de Naucapanqui, que conocía artes mágicas.

        ¡Tienes que encontrar a Elcha!-dijo el cacique.- De cualquier manera, pero debes encontrar su escondite.

        Entonces hizo crecer junto a la laguna un montón de lirios rosados. Unos lirios tan preciosos como no se habían visto nunca por aquel lugar. Cuando Elcha vio los lirios quedó maravillada.

        _¡Mira Cantipán! ¡Mira qué hermosos! ¡Nunca vi nada igual! Y cortando varios de ellos se los colocó en los cabellos. Pero los lirios estaban embrujados y, en el mismo momento que Elcha se contempló en lalaguna, quedó convertida en piedra. Cantipán, al ver lo ocurrido se arrojó a la laguna para estar siempre al lado de Elcha.-

        Mucho tiempo estuvo allí Elcha, convertida en piedra, mirándose en el agua. Pero cuentan los viejecitos más viejos del lugar, que un día la imagen de piedra se cayó y fue a reunirse con Cantipán el fondo de la laguna.

        Pero a mí me contó el viento del sur que allí están y viven felices para siempre. Que salen de día y Elcha se arregla los cabellos  mirándose en las aguas, que luego pasean tomados de la mano.-

        Que nadie los ve. Solamente el padre sol que los protege. Que de noche la luna ilumina el espejo de Elcha que parece de plata.-


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El puente del inca

   Inti, el sol, era el dios del imperio incaico y el Inca su desdendiente directo. Su autoridad era mayor que la de un rey ya que se lo consideraba hijo del sol y su misión era reinar y proteger a su pueblo.

    Una vez hubo un inca bueno y generoso, amaba a su gente deseando para todos un imperio rico y soberano. Se preocupaba por igual de los problemas de la vida diaria como de salir a recorrer su territorio de un txtremo a aotro, tratando de conquistar nuevas tierras.

    Continuando la tradición de sus antepasados jamás invadía un territorio a la fuerza. Primero invitaba a los pobladores a formar parte de sus dominios, en cambio ofrecía enseñarles a sembrar y aseguaraba que nunca les faltaría la tierra ni comida. De esta manera casi nunca era necesario luchar.-

    Un día el Inca cayó gravemente enfermo. Ni los sacerdotes, ni los hechiceros pudieron descubrir de qué mal se trataba, el hijo de Inti se agravaba cada vez más y todos temieron por su vida.-

    Hasta que una tarde los chasquis que corrían velozmente de una posta a otra, transmitiendo las noticias de pueblo en pueblo, avisaron a los servidores del Inca que en el sur existía el remedio que podría curarlo.

        Inmediatamente comenzaron los preparativos para la travesía a lo largo de la cordillera y cuando todo estuvo listo, partieron desde Cuzca, capital del imperio, en busca del tan preciado remedio.

   Una de las cosas que más enorgullecía a los incas, eran los caminos de piedras que se extendían en todo su territorio. Por ellos anduvieron atravesando valles y montañas, cuando llegaba la noche, acampaban alrededor de las posadas que se levantaban a los lados del camino. Dentro de la posada descansaba el  Inca para reponer sus fuerzas.-

    No se desalentaron en ningún momento a pesar de la dura y larga travesía, una esperanza mucho   más fuerte que todo eso, los alentaba e incitaba a seguir adelante. Querían mucho a su monarca y deseaban fervientemente que recuperara la salud lo antes posible.

   Continuaron la marcha por muchos días hasta que por fin, encontraron el nacimiento de un río que corría paralelo al camino y siguieron en esa dirección.

    Las aguas bajaban torrencialmente levantando nubes finísimas gotas al estrellarse contra las rocas y el ruido de la turbulenta corriente quebraba el silencio de la imponente cordillera.

    Los peregrinos siguieron su camino hasta llegar a un punto donde el río cambió su curso en una pronunciada curva al este, cerrándoles el paso. Ahí su caudal era mucho más profundo y su torrente hacía imposible el cruce a la otra orilla.

    Hicieron un alto y acamparon decididos a buscar un lugar por dónde pasar. Fue así que formaron grupos dirigidos por un guíay se turnaron, mientras unos descansaban otros recorrían la zona tratanto de encontrar el paso.

    Desgraciadamente no tuvieron suerte y los grupos volvían cada vez más desalentados de sus expediciones, hasta que por fin se dieron por vencidos.

   Entonces formaron un consejo para decidir qué se haría y después de muchas discusiones y cambios de ideas, llegaron a la triste conclusión de que debían volver. Abatidos, pensaron que su monarca agotados por el viaje, no podría resistir el regreso y era probable que no volviera a ver a su querido Cuzco.

    Se dispusieron a pasar la noche en ese lugar, para inicial al otro día el retorno. Rodearon al Inca tratando de estar más juntos y unidos que nunca, como para darse entre sí el valor y la fuerza que necesitaban para volver y como para protegerse de esa gran pena que los estaba invadiendo momento a momento.

    Mientras tanto Inti el Sol, que ya se estaba por ocultar en el horizonte, vio lo que estaba ocurriendo. La hazaña que los incas habían sido capaces de realizar po amor a su monarca, no espcapó a la vista del dios y quiso premiar el fervor de este grupo abnegado de súbditos.

    Entonces consultó con Mama Quilla, la Luna, y entre los dos decidieron ayudarlos inmediatamente. Fue así que al amanecer del día siguiente, los incas, entre dormidos y despiertos, vieron azorados frente a ellos, un ancho puente tendido que les señalaba el camino. Los dioses lo habían construido para que pudieran pasar. Llenos de alegría reanudaron la marcha con nuevas esperanzas.

    Tuvieron mucho que andar todavía y el Inca se agravaba más y más, ya ni siquiera abría los ojos para observar a su gente como lo hacía antes, ninguna palabra volvió a salir de su boca y dormitaba permanentemente. Obligados a hacer muchos altos en el camino porque se fatigaba con facilidad, la marcha se hizo más lenta y penosa, pero no desfallecieron en ningún momento.

    Por fin llegaron al lugar indicado, de inmediato se distribuyeron las tareas, mientras unos buscaban las hierbas medicinales, otros construyeron una gran tienda para alojar a su monarca e instalar todo lo necesario para su curación.

    No fue en vano todo el extraordinario esfuerzo que dedicaron al Inca, en poco tiempo empezó a mejorar visiblemente para alegría de todos. Felices emprendieron el regreso entre cantos y oraciones de gracias a sus dioses. Los chasquis corrieron velozmente delante de ellos llevando la buena nueva. Todo el pueblo los esperó ansioso y preparó grandes fiestas en su honor. Los templos se vieron resplandecientes, ya listos para ceremonias y ritos de gracias. El Inca entró totalmente repuesto, su pueblo lo saludó con cariño y lo acompañó hasta su morada. Poco tiempo después el hijo de Inti volvió a reinar en el imperio.

    Desde entonces al noroeste de Mendoza, donde pasa el río Las cuevas, el mismo que interrumpiera el paso de los peregrinos, se levanta el Puente del Inca uniendo las dos orillas y bajo su arco siguen pasando torrencialmente las aguas del río andino.-


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