El inventor del baile

El curupí

La leyenda del pombero


El inventor del baile

¡Tucu tum, tucu tum!...Tamanduá

¡Tucu tum, tucu tum!...Tamanduá

¡A bailar! ¡ A bailar!

¡Tucu tum, tucu tum!...Tamanduá

¡Tucu tum, tucu tum!...Tamanduá

Al son de cajas y tambores.

¡Tum, tum1 ¡Tucu-tum!

¡Bailar! ¡Bailar!

Con música o sin música.

Tum-tum ¡Tamanduá!

 

Dice la leyenda que antes, muy antes, los indios no sabían bailar. Bueno antes de que el "tamanduá" les enseñara.

Ocurrió cierto día, que andando por la selva, un indio se encontró con el tamanduá (oso hormiguero). Muy distraidos debían andar los dos porque de pronto se encontraron frente a frente, sin saber quién pasaría primero.

El tamanduá se paró en sus patas traseras y levantó su largo hocico. Tal vez quería saludar,¡vaya a saber!, pero al indio le pareció que quería atacarlo y empezó a dar golpes con un palo para defenderse. Pero el tamanduá era ágil, y cuando vio venir el primer golpe, lo esquivó de un salto y el palo pegó ruidosamente en el suelo.

Y así siguieron: un golpe de palo - un salto del tamnduá, otro golpe de apalo - otro salto del tamanduá, golpe a la derecha, salto a la izquierda, golpe a la izquierda, salto a la derecha. Aquello era de lo mas divertido: tum-tum salto para acá, tum-tum salto para allá.

El tamanduá, parado en sus patas traseras se movía como un resorte, al compás de los golpes que el indio daba en el suelo. Y en tanto, acompañaba cada salto un un áspero gruñido. Hasta que se cansó y se internó en la espesura.

Cuando el indio regresó a la tribu, contó a sus hermanos lo que le había ocurrido:

-Entonces yo golpeaba, y el tamanduá saltaba.tum, para acá, salta el tamanduá, tum para allá salta el tamnduá.

Y mientras contaba, iba repitiendo cada uno de los movimientos.

A todos les causó mucha gracia.

-¡Eso es divertido!-dijeron- A ver...¿cómo es que salta el tamanduá?

Y todos empezaron a imitar los movimientos que hacía el indio.

Y así nació la danza,¡de pura casualidad! Primero saltando como el tamanduá, luego copiando los pasos de otros animales y finalmente creando nuevos pasos y figuras.-


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El curupí

- Dicen que el curupí se ha despertado!

- Andará enojado o de buen humor

- Dicen que...

Se cuentan muchas cosas del Curupí. Tantas y tan feas, que cuando anda despierto nadie se anima a adentrarse en la selva. Las muchachas no van a buscar frutos silvestres y las madres no dejan jugar a los niños lejos de las chozas. Ni los leñadores se atreven a alejarse...¡Y no es para menos!

El curupí roba a los niños y a las jóvenes: hace que los hombres se pierdan en la selva y es muy pillo y tramposo. Sólo deja de hacer travesuras y maldades cuando duerme. Por suerte suele dormir semanas enteras y mientras él duerme, todos pueden estar tranquilos, las mujeres, los niños, los hombres, el aguará, el yaguareté, el cururú, el tapir y hasta la yarará. Cuando el Curupí duerme cantan los pájaros y se ilumina la noche con mil y una isondú.-

-¡El Curupí anda despierto!

-¡Cuidado con el Curupí!

-¡Pueda que ande de buen humor!

Claro que eso sucede pocas veces, y cuando está contento puede hacer que toda la selva cante y hasta deja regalos a los leñadores.

-¡Pero quién puede saber cómo se ha despertado!

Por eso aquel día nadie quería ir selva adentro, ni a buscar leña, ni a buscar miel de camoatí, ni a recoger sabrosos huevos. Nadie, Nadie.

-¡Yo voy a ir!-dijo entonces Asayé!. Sus manos son poderosas y duras como piedras, con ellas puede destrozar lo que quiera.

Pero Asayé no tiene miedo. Sabe que el Curupí es tramposo y tiene pactos con Añá y que por eso conoce toda clase de encantamientos.¿Acaso no aparece como un muchacho y es más viejo que la selva? También puede manejar a todos los animales a voluntad y hacer que hasta la yarará le obedezca.¡Claro que es de temer!

Pero Asayé no tiene miedo.

Voy a cortar leña y después buscaré miel-dijo. Y se fue.

Empezó a andar y andar cada vez más y más adentro de la selva. La tarde era quieta...silenciosa. A medida que avanzaba parecía que las flores eran más brillantes y coloridas. Eran tan intenso el perfume, tan exquisito, que le producía una deliciosa borrachera.

A lo lejos se oían rumores extraños...parecía y no parecía música.

¿Eran cantos o era el viento en la hojarasca?

Asayé seguía internándose cada vez más. Y cuanto más se internaba más hermoso era todo: las plantas, los pájaros, los colores, el aire.

-Sigue... sigue... vas a ver qué lindo es el corazón de la selva.

- Sigue...sigue... Verás cosas increíbles-le decían voces como susurros, y Asayé no tenía voluntad para desobedecer. Sus pasos eran livianos, tan livianos que le parecía estar flotando.

De pronto, muy cerca de su oído, escuchó:

-¡Cuidado, Asayé!¡No sigas más!

¿Qué, qué pasa?

¡Cuidado Asayé!.¡Es una trampa!

          Era un churrinche quien así le decía. Entonces se dio cuenta de que no conocí

aquel lugar.

Pero no tuvo mucho tiempo para pensar, un enjambre de cmoatíes empezó a revolotearle alrededor.

-¡Miel! ¡Muy cerca debe haber miel!¡Voy a buscar los panales!

Y Asayé siguió el vuelo de enjambre. Pero las avispas andaban muy rápido. Corrió y corrió tras ellas, pero muy pronto las perdió de vista.

-¿Dónde estarán? ¿Para dónde hoabrán ido?-se preguntaba.

La selva era tan espesa que ya casi no se podía ver el sol.

Entonces apareció un aguará y le dijo:

Yo sé dónde están los panales. Sígueme y te indicaré el camino.Como corría el agauará, Ayasé también corría.

Aquí es! - dijo el aguará. Asayé miró para todos lados pero nada. Ningún panal.

Pero nadie le contestó. El aguará había desaparecido.

¡He sido engañado-pensó- Y ahora...¿cómo haré para volver?...¡Pero es que siempre ha de salirse con la suya el Curupí! Porque esto era obra de él,¡seguro!

Entonces empezó a andar con cuidado, con mucho cuidado. Despacio...despacio...sigiloso...tanteando el terreno... con blanda pisada de puma.

Mirando... sin hacer ruido... en cualquier lugar podía estar tendida la trampa.

Sabía que el muy pillo andaba cerca: primero las avispas, después el aguará. ¿Detrás de qué árbol estaría escondido?¿Qué sorpresa le estaría preparando?

Todo era silencio, sin embargo a Asayé le pareció oír como risas sofocadas entre las hojas, ¡Ahora sí estaba seguro!

Decidió no dar un paso más y se sentó a descansar. "Lo importante es mantenerse sereno y sobre todo pensar", le había dicho su padre. Pensar...¡si por lo menos supiera para qué lado está el río! ¡Si lo supiera podía seguir por la orilla y llegar hasta las casas. Pensar...pensar...

Entonces se le ocurrió que a un tramposo únicamente se lo puede vencer con sus mismas armas...¡con una trampa!

Pero cómo no se le había ocurrido antes!

Y entonces Asayé empezó a hablar solo, con la voz más fuerte que podía, algo le decía que el Curupí no estaba lejos.

-Lástima no saber cómo llegar!¡Làstima...con la crecida que ha habido.

Nada, ni la más leve señal del Curupí. Pero Asayé continuó:

-¡Debe de haber de peces...! Grandotes...y sabrosos...

Nada. Ni asomo del curupí. Pero Asayé seguía lamentándose:

Si tuviera mi canoa... si supiera para qué lado está el río. ¡Qué pescados sacaría!¡Qué atracón, qué atracón...!

Al Curupí, que escuchaba, se le hacía agua la boca, hasta que no pudo aguanta

Más y salió de su escondite:

Basta de quejarte ya! ¡Me molestan los quejosos! ¡Yo te llevaré al río!

Sí era él, petiso y feo. Tal como le habían dicho. Con los pies al revés, los

talones adelante y los dedos atrás. "Con razón no sabe nadar! Pensó Asayé ¡Con razón!

A poco de caminar llegaron al río, que no estaba muy lejos.

-¡Cómo pude desorientarme tanto!. Se preguntó Asayé. Claro que no debió pensarlo mucho, ya sabía por qué...

Cautelosamente Asayé se acercó al río y empezó a mirar con gran atención.

Allí vio gran cantidad de peces, al curupí también le llamó la atención acercándose a la orilla a la vez que Asayé aprovechó la oportunidad para hacerle una zancadilla haciéndole caer al agua.

Este gritaba socorro pero Asayé le dijo que lo salvaría si prometía no seguirlo, y así lo hizo. Lo salvó, pero apenas lo sacó del agua y se tiró él por las dudas que el Curupí haga de nuevo de las suyas.

El Curupí rabió y zapateó, tanto zapateo que se puso verde quedándose dormido por tres semanas.-

 


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CREENCIA POPULAR

La leyenda del pombero

 

Ninguno de nosotros ha visto jamás al pombero, Ñatiú sí que lo vio. Hace mucho tiempo en una tribu guaraní, en la misma selva misionera, vivía Ñatiú.

Entonces se hablaba mucho del Pombero, el cuidador de los pájaros. Todos le temían. Unos decían que era un duende petiso y feo, otros que era alto y flaco. Unos decían que andaba de noche, otros que andaba de día, que tenía un sombrero grande ¡enorme! De paja, que llevaba un bastón largo...

Muchas cosas se contaban del Pombero, pero. ¿alguien lo había visto alguna vez?

Cuentan que Ñatiú lo vio, que era el más travieso y movedizo de todos los chicos de la tribu.

De más estaba decirle_

No te internes en la selva.

No salgas a la siesta.

Cuidado con las víboras.

¡Deja en paz a los pájaros.

Era inútil, al indiecito le encantaba salir a explorar la selva, trepar a los

árboles, molestar a los pájaros y hasta sacar los huevecitos de sus nidos.

                              Un día convenció a unos amigos para que fueran a cazar pájaros con él.

No- decían- que puede venir el Pombero.

¡Nos atrapará y nos llevará a su cueva!

          Pero Ñatiú respondía lo más fresco.

Nos esconderemos y no nos verá.

¡Siempre nos verá!, él se convierte en árbol, en pájaro, en piedra, en lo que quiere.

Hablaremos despacito y caminaremos en puntas de pie-dijo Ñatiú. Y se fueron.

La selva, en verdad, era maravillosa, las enredaderas trepaban a los árboles    y miles de flores de las formas más raras, de los colores más hermosos, aparecían entre las hojas. Había que abrirse paso entre las lianas, entrelazadas de árbol en árbol, como guirnaldas. Se colgaban de los fuertes tallos del isipó, como si fueran hamacas. Le escapaban a las espinosas zarzaparrillas y se entretenían descubriendo pititos entre las capuchinas, las nuezas y los burucuyáes.

 


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