Después del Don Álvaro, del Duque de Rivas, El trovador, de García Gutiérrez, fue el segundo gran triunfo del teatro romántico español. El teatro de este autor participa de los caracteres de todo el teatro romántico de la época: asuntos históricos o legendarios, acumulación rápida de escenas de gran efecto dramático, sin sujeción a las leyes de tiempo y lugar; lenguaje declamatorio y sonoro, etc.

 


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