Il trovatore
Personajes
CONDE DE
LUNA
MANRICO LEONORA AZUCENA FERRNANDO RUIZ INÉS |
Noble.
Enamorado de Leonor
Militar. Prometido de Leonor Prometida de Manrico Gitana. Supuesta madre de Manrico Jefe de la Guardia del Conde de Luna Lugarteniente de Manrico Doncella de Leonora |
Barítono
Tenor Soprano Mezzosoprano Bajo Tenor Soprano |
La acción transcurre en Zaragoza (Aragón, España) en el año 1413
ACTO I.- Escena 1. En la sala de guardia del castillo de
Aliferia, en Zaragoza (España), los guardias hablan de los asuntos de su
comandante, el Conde de Luna. Comentan que el Conde pasa las noches bajo el balcón
de la elejida de su corazón, que parece preferir las serenatas de cierto
torvador...
Los soldados que luchan contra el sueño, hacen que un viejo oficial, Ferrando,
les vuelva a contar la terrible historia de garcía, hermano menor del Conde de
Luna. García estaba todavía en la cuna cuando una horrible bruja le arrojó un
maleficio. El empezó a debilitarse, y su padre creyó poder salvarlo enviando a
la vieja gitana a la hoguera. Pero ésta tenía una hija que, para vengar a su
madre, arrebató al niño. Nunca se encontró al pequeño García ni a su
raptora. Sólo los restos calcinados de un niño de su edad encontrados en el
lugar donde se ajustició a la bruja, sugerían que el niño había sido víctima
de crueles represalias.
Sin embargo, el viejo Conde creía que su hijo estaba vivo y en el lecho de
muerte, hizo prometer a su hijo que continuaría con la búsqueda. El mismo
Ferrando está seguro de poder reconocer a la hija de la bruja, incluso después
de haber pasado veinte años. Todavía hoy, se considera que la bruja, en
persona, aparece por el palacio. Cuando suenan las doce campanadas de
medianoche, los hombres se dispersan presos de un miedo supersticioso.
Escena 2.- La escena se desarrolla, igualmente, por la noche, pero en los
jardines del palacio. Leonora está haciendo confidencias a su doncella Inés
sobre el amor que ella siente por un caballero desconocido que ella coronó tras
su victoria en un torneo, pero que ella no volvió a ver tras esl estallido de
la guerra civil. Después, una noche, escuchó a un trovador que le daba una
serenata en el jardín y ella reconoció en él al caballero de la armadura
negra. Inés considera que esta relación es peligrosa y le aconseja que la
olvide. Pero Leonora reafirma su pasión y dice que su amor por el tenor es
eterno.
Ella entra en el palacio acompañada de Inés y mientras tanto aparce el Conde.
Él declara su amor por Leonora y al escuchar la voz de su rival, el trovador
Manrico, es devorado por los celos. Se tranquiliza desde el momento en que
Leonora se arroja a sus brazos. Pero lo que ha ocurrido es que, en la obscuridad
de la noche, ella lo ha confundido con Manrico. Un rayo de Luna que atraviesa
las nubes deshace el malentendido, y los tiernos impulsos de Leonora cambian de
persona. El Conde Luna furioso y Manrico embelesado se enfrentan violentamente.
El primero amenaza al segundo, el cual tiene la doble culpa de ser su rival
afortunado y un proscrito político. Ellos cogen la espada y se alejan para
batirse en duelo, mientras que las joven cae desvanecida.
ACTO II.- Escena 1. El segundo acto nos lleva a un campamento
de zíngaros al pie de las montañas. Los nómadas cantan alegremente mientras
trabajan ("coro del yunque"). Posteriormente son interrumpidos por el
lamento lúgubre de una mujer sentada cerca del fuego: Azucena. Ella habla de un
acontecimiento lejano que ya fue contado en el primer acto: la ejecución de una
pretendida bruja Condenada a ser quemada viva....
El día avanza y los gitanos se dispersan. Sólo quedan Azucena y un joven (Manrico
en persona) que la urge a que hable mñas sobre esta visión horrorosa que
parece obsesionarla. Ella le vuelve a contar la historia de la bruja
ajusticiada, con detalles escalofriantes, pero añadiendo una revelación
capital: era tal su enloquecimiento por el dolor que estaba indiferente a todo
lo que no fuera la venganza reclamada por su madre, y en estas circunstancias y
en plena locura, el niño que ella arrojó a las llamas no era el hijo del Conde
sino su propio hijo.
Manrico que creía ser su hijo, le pregunta entonces con una cierta ingenuidad:
"Pero, entonces, ¿quién soy yo?". Azucena se desdice enseguida,
pretendiendo que ella ha perdido la cabeza cuando ha evocado la terrible
tragedia y asegura al joven que es su hijo, ¿sus cuidados maternales no le han
salvado la vida?.
Manrico, entonces, le cuenta que después de su duelo con el Conde, al que
inexplicablemente lo perdonó cuando lo tenía a su merced, fue vencido y dejado
por muerto en el campo de batalla por su adversario menos generoso. Azucena le
hace jurar que él no vacilará en matarlo si la ocasión se presenta de nuevo.
Su conversación es interrumpida por la llegada de un mensajero trayendo la
noticia de que Leonora, creyendo a Manrico muerto, va ha ingresar en un convento
esa misma noche. A pesar de los esfuerzos de Azucena que quiere retenerlo, el
trovador salta sobre un caballo y desaparece.
Escena 2.- El Conde ha reunido a sus seguidores en el convento cerca de
Castellor, donde Leonora tiene la intención de tomar el hábito. Él está
decidido a impedírselo a cualquier precio y luego llevársela. Una campana
anuncia el comienzo de la ceremonia, pero el Conde está cada vez más
determinado a que Leonora sea suya. Ella pertenecerá al Conde y no ha Dios.
Ignorando al coro de religiosas que exhortan a la oración, el Conde continua
reclamando para él a Leonora.
Leonora, acompañada por algunos sirvientes afligidos, se prepara a cruzar el
umbral del convento. Luna sale de su escondite y va a cogerla cuando un hombre
se interpone: "¡Manrico!". Todos lanzan exlamaciones liberando los
diversos sentimientos que origina el ver al trovador resucitado; quien no tiene
ningún problema en persuadir a Leonora para que lo siga. El Conde no quiere
renunciar a su presa, pero los partidarios de Manrico lo desarman.
ACTO III.- Ecena 1. Al levantarse el telón se escuchan los
cantos alegres de un coro de soldados en el campamento del Conde Luna, que va a
atacar una plaza fuerte,Castellor, defendida por Manrico. Ferrando anuncia la
captura de una zíngara acusada de espionaje. Es Azucena que, encadenada, es
arrastrada hasta los pies del Conde. Ella responde con evasivas a los
interrogatorios hasta el momento en que Ferrando, que la ha reconocido, la
denuncia. Ella se traiciona a sí misma al llamar a Manrico para que la ayude.
Entonces el Conde se regocija: al ajusticiar a Azucena, conseguirá dos
objetivosa la vez, alcanzar a la madre de su peor enemigo y a la homicida de su
hermano.
Escena 2. En el interior del castillo de Castellor, donde Manrico se ha
refugiado con Leonora, cerca de la capilla donde va a celebrarse el matrimonio
de ambos. El primero da sus órdenes a la vista de como discurre la batalla.
Después él busca a su prometida para tranquilizarla. Manrico canta su amor por
Leonora: "Ah, sì, ben mio" ("Ah, sí, amor mío, soy
tuyo"). Todo está dispuesto para la celebración del matrimonio y se oye
en la lejanía el órgano de la capilla del castillo. Pero el duo de amor no
dura mucho, Ruiz, lugarteniente de Manrico, entra con la noticia de que Azucena
ha sido apresada por las tropas del Conde. Desde las ventanas del castillo se ve
a Azucena que es conducida por los soldados a la hoguera. Manrico trastornado
revela a Leonora que la zíngara es su madre y canta entonces su determinación
de salir del castillo sitiado, dejando en él a su prometida, para salvar a su
madre: "Di quella pira" (De aquella hoguera..."). Leonora, Ruiz y
el coro de soldados se le unen a Manrico. Finalmente sale y corre en ayuda de su
madre.
ACTO IV. - Escena 1. El castillo de Aliaferia. Se distingue en
la negra noche una torre de aspecto siniestro, con estrechas ventanas con
barrotes. El rescate de Azucena ha fracasado y ambos están prisioneros. En la
noche, Leonora se acerca a la torre, acompañada de Ruiz con el propósito de
salvar a Manrico a cualquier precio, quien posteriormente se aleja
discretamente. La joven medita sobre la trágica suerte de su prometido que
ahora se encuentra prisionero en la torre. Canta "S'amor sull'ali
rosee" ("En las rosadas alas del amor"). AL principio sólo se
escucha a lo lejos un coro que entona el "Miserere" por alguien que
está a punto de morir, y sobre este fondo surgen los lamentos de Manrico, un
grito de amor y de resignación, y los aciagos presentimientos de Leonora; la
cual reafirma su voluntad y su certeza de salvarlo, incluso pagando con su
propia vida.
Entra en escena el Conde Luna dando sus instrucciones: al alba el hijo morirá
por el hacha y la madre por el fuego. Sin embargo su triunfo es incompleto, pues
Leonora ha desaparecido. Su sorpresa es muy grande cuando ella se presenta ante
él. Y su despecho es aún mayor cuando ella le conjua, en términos patéticos,
a que perdone al trovador, loco de celos, él rehúsa. Desesperada Leonora se
ofrece en matrimonio al Conde a cambio de la libertad de Manrico, si bien tiene
el propósito de envenenarse cuando aquél esté libre: "Mira d'acerba
lagrime" ("Mira las amargas lágrimas"). En primer lugar incrédulo,
después lleno de alegría, Luna acepta jubiloso y se apresura a modificar sus
primeras instrucciones, mientras que Leonora absorbe furtivamente el veneno
contenido en su anillo.
Escena 2. Un calabozo sordido en el interior de la torre. Manrico se esfuerza
por calmar a Azucena, prometiéndole sacarla de allí, que ante la perspectiva
de la hoguera casi ha enloquecido. Manrico acaba por tener éxito en calmar a la
agitada mujer. Azucena recuerda los días felices cuando ellos vivían en las
montañas: "Ai nostri monti" ("A nuestros montes"), y ella
acaba por dormirse.
Entra Leonora y dice a Manrico que está libre, pero al saber el precio de esta
libertad, la rechaza. El veneno comienza a hacer efecto, entonces Leonora le
dice que ha tomado un veneno y muere en los brazos de su amado. Llega el Conde y
al conocer lo ocurrido, se siente burlado y ordena la ejecución de Manrico, que
es conducido fuera de la torre. Entonces Azucena se despierta y, desde la
ventana, ve caer la cabeza de su hijo... adoptivo; y dice al Conde que la
persona a la que ha mandado ejecutar es su propio hermano y con furiosa alegría
exclama que, por fin, su madre ha sido vengada. Ela se desploma a su vez,
aparentemente muerta de emoción; y Luna dice la última palabra reprochándose
el "vivir todavía".