“Advierte
Roldán que sus ojos se enturbiaban. Se yergue y agota las fuerzas de su ánimo.
El color de su rostro se ha desvanecido. Hay ante él un oscuro peñasco [...]
Golpea Roldán contra un negro peñasco, y lo hiende hasta el punto que yo no sé
deciros. La espada ni cruje ni se quiebra, sino que salta hacia el cielo. Cuando
ve el conde que no ha de poder romperla, muy dulcemente la llora desde su corazón:
-
¡Ah, Durandarte, qué bella y santa eres! Tu pomo de oro está cuajado de
reliquias. Hay un diente de San Pedro, sangre de San Basilio, cabellos de mi señor
San Dionisio y un trozo de túnica de Santa María. No es de ley que te
arrebaten los infieles: sólo a cristianos debes ser confiada. ¡Ojalá nunca
vengas a poder de un cobarde! [...]
Yace
el conde Roldán bajo un pino. Hacia España tiene vuelto su rostro. Y comienza
a recordar muchas cosas: las tierras que ha conquistado, la poderosa, la dulce
Francia, los hombres de su estirpe; Carlomagno, su señor, que le ha alimentado.
Por todo llora y suspira, sin poder refrenarse. Pero no quiere olvidarse a sí
mismo; confiesa sus culpas y pide a Dios perdón. [...]
Ha
ofrecido a Dios su guante derecho. San Gabriel lo ha tomado de la mano. Sobre su
brazo ha inclinado la cabeza, y avanza, juntas las manos, hacia su fin. Dios le
envía un ángel Querubín y San Miguel del Peligro. Con ellos se acerca San
Gabriel. Entre todos conducen el alma del conde al paraíso.”
Comparen
la figura del Cid con la de Roldán en este fragmento. Establezcan
semejanzas y diferencias.
Adviertan
marcas de los procedimientos característicos de la transmisión oral.
Expliquen
por qué el juglar califica de “oscuro” y “negro” al peñasco contra
el que Roldán golpea su espada.
Relacionen
las figuras del Cid y de Roldán con la función del modelo heroico en España
y Francia durante la Edad Media: España necesitaba afirmarse frente a los
moros y frente a Europa; en cambio, el imperio de Carlomagno reafirmaba su
grandeza.