Aparte
de su sentido equivalente a las lenguas derivadas del latín (romances o románicas),
o hasta de su uso como sinónimo de español (así, por ejemplo, el "román
paladino", el español sencillo, del que habla Gonzalo de Berceo en Vida de
Santo Domingo de Silos), la palabra romance (derivada del adverbio latino
romanice, en románico) indica una serie indefinida de versos octosílabos con
rima asonante en los pares y con los impares sueltos.
Según
el filósofo español Menéndez Pidal los versos originales del romance,
derivado de los cantares de gesta, eran octonarios (de 16 sílabas), de rima
continua, y posteriormente se dividieron en dos.
Con
la difusión de la imprenta, los romances se incluyen a partir del siglo XV en
los cancioneros y se convierten en texto para ser leído. Por otra parte, se
tiende a dividirlo en cuartetas y a insertar en él fragmentos líricos
(villancicos o canciones), muchas veces al final como desfecha, es decir, una
versión condensada del texto en su conjunto. A finales de este mismo siglo, la
rima consonante empieza a sustituir a la asonante. A mediados del siglo XVI,
componen romances escritores como Juan del Encina, Gil Vicente, Jorge de
Montemayor y San Juan de la Cruz.
En
los siglos XVI y XVII el romance se introduce también en otros géneros, como
el teatro, sobre todo con Lope de Vega. Entre sus romances hay uno, incluido en
La Dorotea, que, tal vez, sea uno de los más populares de la literatura española,
e inicia así:
Además
de los romances épicos, sobresalen los de tema amoroso, morisco, pastoril, satírico,
religioso, picaresco y aquellos, personales, en los que se manifiesta la
subjetividad. Después de un periodo de decadencia, el romance vuelve a
interesar a los poetas románticos (por ejemplo El moro expósito del Duque de
Rivas) y en el siglo XX, desde el modernismo en adelante, pueden encontrarse
ejemplos en Antonio Machado, Miguel de Unamuno (Romancero del destierro),
Leopoldo Lugones (Romances de Río Seco), Manuel González Prada (Baladas
peruanas), Federico García Lorca (Romancero gitano).
Un
tipo especial de romance, existente ya desde la edad media, es el romance
noticiero o fronterizo, que se ha prolongado hasta nuestros días en los
romances populares que informan, además de alentar a la lucha, sobre hechos
contemporáneos: la guerra de Marruecos, la guerra de Cuba o la Guerra Civil
española, que cuenta con ejemplos de los dos bandos. El equivalente mexicano es
el corrido.