ODA
(Del griego, odé, ‘canto’), Las odas eran originalmente poemas para ser
cantados con el acompañamiento de un instrumento musical. De tono elevado,
estaba destinada a exaltar la vida de un individuo, a conmemorar un hecho
importante o a describir la naturaleza de manera más intelectual que emocional.
n Grecia, existían dos tipos de odas: las corales y las cantadas por una sola
voz (monodia). Las primeras, elaboradas según los movimientos del coro en el
drama griego, tenían una estructura triádica: la estrofa, la antiestrofa y el
epodo, este último con ritmo y forma diferente de las dos partes anteriores. El
máximo representante de la oda coral es Píndaro, cuya obra incluye 45 odas que
conmemoran, entre otras celebraciones, los Juegos Olímpicos. Poetas como el
italiano Bernardo Tasso y el español Garcilaso de la Vega buscan imitar a
Horacio a través de una fórmula poética que sustituya a la canción
petrarquista. Gracias a la influencia de Garcilaso en España se difunde la lira
(véase Versificación), estrofa de cinco versos endecasílabos y heptasílabos
que a su vez origina el surgimiento de formas mixtas como la canción alirada,
con variantes que abarcan entre cuatro y nueve versos. Merece citarse la ‘Oda
a la vida retirada’ de fray Luis de León. Pero existe otro tipo de estrofa, más
próxima a Horacio que la lira de Garcilaso: es el cuarteto-lira, combinación
de cuatro versos endecasílabos y heptasílabos con rima cruzada (AbAb) o
abrazada (AbBa. Variantes del cuarteto-lira son la estrofa sáfica y la estrofa
de la Torre. A la primera pertenece la "Oda Sáfica" de Esteban Manuel
de Villegas (1589-1669), cada una de cuyas cinco estrofas abarca tres endecasílabos
sáficos (con acento rítmico normalmente en la primera sílaba y forzosos en la
4ª, 8ª y 10ª), sueltos, y un pentasílabo:
"Dulce
vecino de la verde selva, / Huésped eterno del abril florido, / Vital aliento
de la madre Vénus, / Céfiro blando; / Si de mis ansias el amor supiste, / Tú,
que las quejas de mi voz llevaste, / Oye, no temas, y á mi ninfa dile, / Dile
que muero."
La
estrofa de la Torre deriva su nombre de Francisco de la Torre (siglo XVI) y
consta de cuatro versos sin rima, tres endecasílabos y un heptasílabo. Influyó
con variantes en autores neoclásicos, románticos y modernistas, entre ellos
Gustavo Adolfo Bécquer ("Volverán las oscuras golondrinas"), José
Martí, Miguel de Unamuno y Gabriela Mistral.
Entre
los poetas contemporáneos autores de odas —y sus variantes— se encuentran
Miguel de Unamuno, Pablo Neruda (Alberto Rojas viene volando, Odas elementales),
Blas de Otero, Ricardo Molinari, Federico García Lorca y Jorge Luis Borges,
quien, en su ‘Oda escrita en 1966’, combina tres estrofas, dos de 10 versos
y una de 16, con un terceto que cierra el poema a manera de epodo:
"Nadie
es la patria, pero todos lo somos. / Arda en mi pecho y en el vuestro,
incesante, / Ese límpido fuego misterioso".