Maya era hija del Titán Atlas y una de las Pléyades,
siete ninfas a las que Zeus transformaría en estrellas más adelante. Vivía en
una cueva oculta, lo que permitió a Zeus realizar su deseo sin despertar las
sospechas de Hera. De ella nació el dios Hermes, mensajero de los dioses. Solía
representárselo con sandalias aladas, sombrero de viajero y cayado de heraldo,
que también funcionaba como varita mágica. También se le conocía con el
nombre de Psicopompo (el que transporta las almas), porque escoltaba las almas
de los muertos a los infiernos, razón por la cual Zeus lo eligió para que
rescatara a Perséfone del Hades. Se cuenta que nació al alba y a mediodía ya
había inventado la lira y aprendido a tocarla. Como dios de los hallazgos
casuales, encontró una tortuga a la entrada de la cueva en la que vino al
mundo, tendió una piel sobre el caparazón, confeccionó cuerdas y un puente e
inmediatamente ejecutó un himno en honor de sus padres. También el primer día,
por la noche, Hermes le robó el ganado a Apolo y condujo las vacas hacia atrás
para confundir a su dueño. Apolo le dio alcance y lo llevó ante Zeus para que
lo castigase. Al principio, Hermes mintió y trató de disculparse con su corta
edad; después tocó la lira de tal modo que Apolo la aceptó como regalo y a
cambio retiró sus acusaciones.
Hermes representaba la transacción y el
intercambio; era el dios del mercado y el protector de los comerciantes y de los
ladrones. Este doble papel, de intercambio lícito e ilícito, se refleja en el
lenguaje: era el portador de la palabra divina a los mortales, pero también
protegía las comunicaciones taimadas y corruptas, las mentiras, los falsos
juramentos y los engaños. Cuando en una conversación sobrevenía un silencio
repentino (es decir, se interrumpía la conversación), los antiguos griegos solían
decir: “Está pasando Hermes”. Sus dotes comunicativas tuvieron buena
aplicación en la más famosa de sus hazañas, la muerte de Argos, el monstruo
de cien ojos: lo adormeció contándole cuentos y después lo liquidó, lo que
le hizo acreedor a su título más conocido, Argiofonte, matador de Argos.