Hefesto, equivalente del dios romano Vulcano, era la deidad del fuego y los volcanes e inventor y constructor divino de cosas mágicas. Era hijo de Zeus y Hera. Era cojo, motivo por el que frecuentemente se convertía en blanco de las burlas de los demás dioses del Olimpo. Cuando nació, Hera sintió tal vergüenza por el defecto de su hijo que lo arrojó desde los cielos hasta el Océano, el gran río que rodeaba el mundo. Hefesto se vengó enviando un hermoso trono de oro que él mismo había fabricado y que se aferró a un muslo de la diosa con correas invisibles cuando ella se sentó. Sólo Hefesto podía liberarla, pero se negó a abandonar el Océano a menos que se le permitiera casarse con Afrodita.

Fracasaron todos los intentos para que Hefesto regresara al Olimpo, hasta que Dioniso lo emborrachó, lo sentó en una mula y los llevó ante los demás dioses, que lo recibieron muertos de risa. Pero venció el espíritu de reconciliación: Hefesto dejó libre a su madre y le concedieron la mano de Afrodita.

Cuando fue arrojado al Océano le consoló Tetis, a petición de la cual fabricó un escudo para su hijo, el héroe Aquiles.

Se cree que Helios, el dios del sol que gobierna todo con su luz estrellada, fue el primero en ver el adulterio de Afrodita con Ares. Se afligió con tal hecho y mostró al marido de la diosa, Hefesto, el adulterio de su lecho y el lugar. Y a él se le fue el pensamiento y el trabajo que sostenía su mano de herrero: al punto, pulió unas finísimas cadenas de bronce y redes y lazos que podían engañar a la vista e hizo que actuaran al más ligero contacto y al más pequeño movimiento, y con su técnica las colocó rodeando el lecho. Cuando Afrodita y Marte llegaron al lecho para unirse, por el arte del marido y por las ataduras preparadas con una desconocida técnica, quedaron quietos ambos apresados en mitad de sus abrazos. Inmediatamente, Hefesto abrió las marfileñas puertas e hizo entrar a los dioses: ellos yacían vergonzosamente encadenados y Hermes y Apolo comentaron que valía la pena estar igual de avergonzado con tal de unirse a Afrodita: los dioses se rieron, y durante mucho tiempo ésta fue la habladuría más divulgada en todo el cielo. Ares quedó libre tras acceder a pagar a Hefesto una recompensa, y Afrodita y él abandonaron el lugar, avergonzados. Con Ares tuvo a Eros, dios alado del amor, llamado Cupido en la mitología romana.

 


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