1)
LOS
LUGARES INFERNALES
Hades
era hermano de Zeus y Posidón, pero por lo general se le excluía de la lista
de los Olímpicos porque su reino era el polo opuesto del Olimpo celestial. En
los infiernos se juzgaba el alma de los difuntos, quienes, en caso necesario,
recibían su castigo en las oscuras regiones del Tártaro; pero el inframundo
también abarcaba las tierras de los muertos divinos, los Campos Elíseos o
Islas de los Bienaventurados. Está rodeado por cinco ríos infernales: el
Aqueronte (río de la aflicción), el Estigia (río del odio), el Lete (río del
olvido), el Cocito (río de las lamentaciones) y el Piriflegetonte (río del
fuego). Caronte, el barquero de los infiernos llevaba las almas de los muertos
por el Estigia a cambio de una moneda de plata. Hay un camino inclinado,
oscurecido por fúnebres tejos: conduce a las moradas infernales a través de
callados silencios; la inactiva Estige exhala nieblas, y por allí bajan las
sombras recientes y las imágenes de los que han recibido sepultura; la palidez
y el frío ocupan extensamente los espinosos lugares y los nuevos manes (las
almas de los cuerpos) ignoran dónde está el camino, por dónde se llega a la
ciudad estigia, dónde está el cruel palacio del negro dite. Mil entradas y
puertas abiertas por todas partes tiene la amplia ciudad y, del mismo modo que
el mar recibe los ríos de toda la tierra, así aquel lugar recibe todas las
almas y no es pequeño para gente alguna ni percibe que se le añade una
multitud. Vagan sombras exangües sin cuerpo y sin huesos, una parte frecuenta
el foro, otra la mansión de Hades, otra desempeña algunas actividades a
imitación de su antigua vida, a otra parte la castiga la pena debida.
2)
ORFEO Y
EURÍDICE
Orfeo,
hijo de la Musa Calíope, había contraído matrimonio con la ninfa Eurídice.
Cierto día, mientras correteaba por entre la hierba acompañada por una
muchedumbre de náyades, la recién casada murió tras haber sido mordida por
una serpiente. Después de que Orfeo la lloró suficientemente, se atrevió a
bajar a la Estige por la puerta del Ténaro y, a través de espectros que habían
recibido sepultura, llegó ante Perséfone y ante su esposo, el señor que
gobernaba los reinos de las sombras y, tañendo las cuerdas de su lira para
entonar un canto, dijo así:
-
Oh, divinidades del mundo que está colocado bajo tierra, al que caemos
todos los que somos creados mortales, si es lícito y permitís que diga la
verdad, no he bajado aquí para contemplar el oscuro Tártaro; la causa de mi
viaje es mi esposa, a la que mordió una víbora y la mató. Dejad que vuelva
conmigo.
Mientras
decía esto y tañía las cuerdas que acompañaban su canto, las almas lloraban
y Tántalo no trató de alcanzar la huidiza agua, y la rueda de Ixión se quedó
parada, y las aves no desgarraron el hígado de Titio. Los reyes del Infierno
son incapaces de decir que no al que suplica y llaman a Eurídice. Orfeo acogió
a su esposa a la vez que la condición de no llevar atrás sus ojos hasta salir
de los valles del Averno, o habría de quedar sin valor el don.
A
través de un sendero emprenden la marcha, y no estaban lejos del límite de la
tierra de arriba: aquí, temiendo que le faltaran las fuerzas y deseoso de
verla, el enamorado volvió los ojos; y al punto ella cayó hacia atrás,
muriendo por segunda vez.
Orfeo,
entonces, se dedicó a cantar la pena de su alma sentado en una colina de verde
hierba. Allí, se dedicó a despreciar a cualquier mujer que se le acercara.
3)
PERSÉFONE
Y HADES
La diosa Deméter (Madre del Grano o Madre
Tierra), hija de Crono y de Rea y hermana de Zeus y Hades, protegía los
cultivos y la riqueza de la tierra. Su hija Perséfone era reina de los
infiernos. Las dos figuras se hallan vinculadas en un mito muy importante para
los misterios de Eleusis, el culto más importante de iniciación mística en la
sociedad griega.
Un día, Perséfone estaba recogiendo flores
en un prado con las Oceánides, las hijas de Océano y Tetis, cuando Hades la
raptó y se la llevó en su carro a los infiernos Perséfone gritó, pidiendo
ayuda a Zeus, pero el dios no la oyó desde su lejano templo y sólo escucharon
sus lamentos Helios, el sol, y Hécate, diosa de la hechicería. Al oír el eco
de la voz de su hija en el mar, Deméter se despojó de su tocado y recorrió la
tierra durante nueve días sin comer ni dormir alumbrándose con antorchas. Al décimo
día se encontró con Hécate, que la envió a Helios. El sol le contó lo que
había ocurrido y culpó a Zeus, quien había dado permiso a Hades para tomar a
Perséfone por esposa. Encolerizada y transida de dolor, Deméter se negó a
permanecer en el Olimpo y se internó en el mundo de los mortales disfrazada
como una anciana cretense, de nombre Doso.
Llegó a Eleusis, donde, a instancias de sus
hijas, el bondadoso rey Céleo la contrató como sirvienta de su esposa
Metanira, quien reconoció enseguida la nobleza de Deméter y le ofreció
asiento y bebida, que la diosa rechazó, prefiriendo quedarse de pie y en
silencio hasta que llegó una esclava llamada Yambe, hija de Pan y Eco, y le
hizo reír con sus bromas aliviando su pesar. Metanira le pidió a Deméter que
criase a su hijo Demofonte; la diosa le daba a escondidas ambrosía, el alimento
de los dioses, y todas las noches lo colocaba en una hoguera para hacerle
inmortal. Una noche la interrumpió Metanira, que gritó horrorizada al ver a su
hijo entre las llamas. Deméter se apresuró a retirarlo y reveló su verdadera
identidad, pero le dijo a Metanira, enfadada, que Demofonte moriría como
cualquier mortal. Ordenó que se establecieran los misterios de Eleusis en su
honor y abandonó a sus anfitriones.
De nuevo apenada por la pérdida de Perséfone,
Deméter decidió detener las cosechas. Zeus y los demás dioses le rogaron que
permitiese que los cultivos creciesen, pero ella se negó y amenazó con matar
de inanición a la humanidad si no volvía a ver a su hija. Zeus cedió y envió
a Hermes a los infiernos para que recogiese a Perséfone. Hades permitió que
ella regresara con su madre, pero antes la convenció de que comiese unos granos
de granada, símbolo del vínculo matrimonial indisoluble. Deméter recibió
jubilosa a su hija y le preguntó si había comido algo en los infiernos, pues
en tal caso tendría que regresar con Hades para siempre. Como había comido los
granos de granada, todo parecía indicar que Perséfone estaba perdida, pero
intervino Zeus: decretó que Perséfone pasara dos terceras partes del año en
el Olimpo y regresara a los infiernos en invierno.
Madre
e hija celebraron juntas el acontecimiento y la fecundidad volvió a la tierra.
A instancias de Deméter, Triptolemo, hijo de Céleo, llevó las artes de la
agricultura a todos los pueblos del mundo.