Se rendía culto a la diosa como defensora de ciudades, sobre todo de Atenas, de la que era protectora y constituía el centro de su culto. Posidón y ella se pelearon por la protección de la ciudad y del Ática, la región circundante, y los atenienses propusieron a los dos Olímpicos que cada uno de ellos inventara un regalo práctico para Atenas y que el mejor sería recompensado con el título de protector de la ciudad. Posidón golpeó la Acrópolis con su tridente y del punto en el que había golpeado brotó fuente de agua salada. Después, Atenea tocó la Acrópolis con su lanza y produjo el olivo, fuente del aceite para iluminar, cocinar y perfumarse. Encantados con el invento de Atenea, los atenienses y su primer rey, Cécrope, la eligieron como protectora, y para aplacar a Posidón, que inundó la llanura que rodeaba la ciudad en venganza por haber perdido la competición, decidieron rendirle culto también a él en Atenas. En la época clásica se mostraba a los visitantes de la Acrópolis el olivo sagrado y la supuesta señal dejada por el tridente de Posidón.

A Atenea le encantaba el sonido de la flauta que, según se contaba, se inspiró en los lamentos de las demás Gorgonas tras la muerte de Medusa, pero un día, mientras tocaba el instrumento, Atenea vio el reflejo de sus facciones distorsionadas y lo arrojó disgustada maldiciendo a quien lo recogiese, y la maldición recayó sobre el sátiro Marsias, quien, al encontrar la flauta maldecida por Atenea, se atrevió a desafiar a Apolo a una competición musical. Al igual que la mayoría de los Olímpicos, Apolo detestaba que se pusiera en entredicho su poder, y cuando Marsias perdió, el dios ordenó que lo desollaran vivo por su insolencia.

Afrodita había surgido de la espuma del mar en el punto en el que habían caído los genitales cortados de Urano. La llevaron a Citera, en Chipre, donde sus sirvientas, las Gracias y las Estaciones, le pusieron adornos y aceites.

A pesar de estar casada con Hefesto, tuvo varios amantes. Además de Ares, tuvo como amante a Adonis, un cazador joven y guapo. La diosa le previno de los peligros de la caza, pero él siguió yendo a los bosques y un día lo mató un jabalí, que lo corneó en la ingle. Todos los años, en la festividad ateniense de las Tesmoforias, se entonaban cantos rituales de lamento por Adonis.

Anquises era un príncipe troyano a quien Afrodita sedujo y aterrorizó cuando éste era pastor. Con él tuvo a Eneas, héroe a quien la diosa protegió durante la guerra de Troya, y tras la derrota, el caudillo huyó para fundar Roma.

De los amores con Hermes nació Hermafrodito. Lo amaba Salmacis, una ninfa acuática. Él intentó eludirla, pero cuando se sumergió en el arroyo en el que ella vivía, ésta le abrazó hasta que se fundieron. Mientras agonizaba, rogó que cuantos entrasen en aquel arroyo adquiriesen atributos masculinos y femeninos, y de aquí deriva el término hermafrodita.

 

1)      ARACNE

 

La joven Aracne no era ilustre ni por su nacimiento ni por el origen de su linaje, sino por su arte; su padre, Idmon de Colofón, teñía la lana que se empapa con púrpura de Focea; había muerto su madre. Ella había conseguido con su dedicación un nombre digno de recuerdo por todas las ciudades lidias, por más que, nacida en una casa pequeña, vivía en la pequeña Hipepas. Para contemplar su trabajo digno de admiración, muy a menudo las ninfas abandonaban los viñedos. y era agradable contemplar no sólo los vestidos ya hechos, también incluso en el momento en que se confeccionaban. Sin embargo, era muy orgullosa y altiva, y cierto día se atrevió a decir:

-  ¡Que Atenea compita conmigo! Nada hay que yo pueda rechazar una vez vencida.

La diosa, desafiada, fingió ser una anciana y añadió canas a sus sienes e incluso sostenía sus piernas con un bastón. Entonces, comenzó a hablar así:

-  no todo lo que debamos evitar lo posee la edad avanzada: el provecho surge de los tardíos años no desprecies mi consejo. Busca para ti entre los mortales la máxima gloria en el arte de tejer la lana: considérate inferior a la diosa y con voz suplicante, atrevida, pide perdón a tus palabras. Ella dará su perdón a quien lo ruegue.

Pero Aracne dijo:

-  vives carente de razón, anciana. ¿Por qué no viene ella en persona? ¿Por qué evita esta contienda?

Entonces, la diosa dijo:

-  ha venido

y despojándose de su apariencia de anciana dejó al descubierto a Atenea. La joven enrojeció, pero no estaba atemorizada. Sin dilación, ambas colocan dos telas de fina urdimbre en lugares apartados y las tensan: la tela está sujeta con el rodillo, el peine separa la urdimbre, se mete en el centro de agudas lanzaderas la trama que los dedos preparan y llevada entre los hilos la apisonan los serrados dientes del peine contra el que golpean. Las dos se apresuran y, ciñendo el vestido al pecho, mueven sus hábiles brazos con un afán que burla el cansancio. Allí se teje la púrpura y también las suaves sombras que apenas se diferencian como, al ser atravesados los rayos del sol por la lluvia, suele colorear una gran extensión del cielo con su enorme curvatura el arco iris, en el que, aunque brillan mil colores distintos, sin embargo la propia transición burla los ojos que lo contemplan. También allí se mezcla entre los hilos el flexible oro y en la tela se va entrelazando una antigua fábula. Atenea borda la ciudad de Cécrope con el peñasco de Ares (Areópago). Doce dioses celestiales, con Zeus en el centro, se asientan en altos sitios con augusta gravedad. ; a cada uno de los dioses lo distingue su propio aspecto: la de Zeus es la imagen de un rey; hace que esté de pie el dios del mar y que con su largo tridente golpee las ásperas rocas y que del interior de la herida de la roca brote un mar. La victoria es el final de la labor. Pero, para que la rival de su gloria comprenda con ejemplos qué recompensa puede esperar por tan loca osadía, añade en cuatro partes cuatro contiendas brillantes por su color, adornadas de pequeñas figurillas.

Aracne dibuja a Europa engañada por la imagen de un toro. Hizo también que Asterie, hija de Ceo y Febe, estuviera sujeta por un águila, que Leda estuviera tendida bajo las alas de un cisne, y colocó a Neptuno junto a Cánace, hija de Eolo. Ni siquiera Atenea podría denigrar aquella obra, y, dolida del éxito de la joven, golpeó dos o tres veces la frente de Aracne con una lanzadera. No lo soportó la muchacha y, llena de valor, se ató la garganta con un lazo. Atenea, compadecida, sostuvo a la que colgaba y le dijo así:

-         ¡Manténte viva aún, pero cuelga, desvergonzada, y que este mismo tipo de castigo, para que no estés libre de preocupación por el futuro, sea dictado para tu linaje y tus lejanos descendientes!

Después, apartándose, la roció con los jugos de una hierba y, al punto, sus cabellos se desvanecieron y junto con ellos la nariz y las orejas. En su costado se clavan unos endebles dedos en lugar de piernas, el resto lo ocupa el vientre, del que, sin embargo, ella deja salir el hilo y como una araña trabaja las antiguas telas.

 


Volver