Ananké

Cuando llegué a la parte en que el camino

se dividía en dos, la sombra vino

a doblar el horror de mi agonía.

¡Hora de los destinos! Cuando llegas

es inútil luchar. Y yo sentía

que me solicitaban fuerzas ciegas.


Desde la cumbre en que disforme lava

escondía la frente de granito,

mi vida como un péndulo oscilaba

con la fatalidad de un "está escrito."


Un paso nada más y definía

para mí la existencia o la agonía,

para mí la razón o el desatino...

Yo di aquel paso y se cumplió un destino.

Rafael Arévalo Martínez